Las ciudades humanas se centran en las relaciones entre las personas y los lugares. Las comunidades prosperan gracias a los recursos compartidos, los espacios públicos y una visión colectiva de su localidad. Para fomentar ciudades felices y saludables, los diseñadores y el público aplican métodos de creación de lugares en el entorno urbano. La creación de lugares significativos depende en gran medida de la participación de la comunidad para producir eficazmente espacios públicos magnéticos.
Una forma de participar en el placemaking es el juego, una forma de compromiso activo con la ciudad. A través del juego, uno puede sentir, moverse y actuar con el entorno construido, fabricando vínculos mentales sostenidos con el lugar. Los espacios urbanos lúdicos son más cercanos y permiten a la gente conectar con ellos a escala humana. La actividad pública lúdica es un indicador de un espacio urbano lleno de energía y de la creación de un lugar exitoso.
Impulsadas por la Revolución Industrial, las ciudades han sido diseñadas como máquinas de productividad que priorizan el beneficio antes que las personas. Este enfoque capitalista ha descuidado prácticas vitales como el juego en el entorno urbano. Las áreas de trabajo y de juego están estrictamente separadas, y estas últimas rara vez están disponibles para los adultos. Los bienes de la comunidad, como los parques infantiles, ofrecen oportunidades predecibles para el juego y la recreación. Sin embargo, el juego suele terminar a las puertas de estos lugares, limitándose a zonas específicamente delimitadas de la ciudad.
Los espacios estándar de la plantilla para el juego confinan los impulsos humanos de exploración e imaginación. El entorno urbano presenta muchas oportunidades para experimentar el juego multigeneracional más allá de los parques infantiles. Integrar la recreación en el entorno construido permite alimentar la diversión, la sorpresa, el humor y la aventura al estado natural de juego de las personas. Participar en actividades lúdicas en el espacio público es el primer paso para reclamar la ciudad para la gente.
Para que el juego urbano florezca, los espacios deben dar cabida a acciones que vayan más allá de un programa predeterminado. Las estructuras y las superficies deben animar a los usuarios a explorar la interacción y ejercer la libertad de movimiento. El juego urbano se basa en la cocreación y fomenta las conexiones entre quienes comparten la experiencia recreativa. Las áreas de juego que se integran en el tejido urbano pueden crear entornos para la inclusión social, la participación intergeneracional y la diversidad cultural.
El juego urbano forja entornos equitativos que mejoran las posibilidades de que personas diversas interactúen entre sí. Una intervención en el Garment District de Nueva York contaba con balancines luminosos que una pareja de desconocidos podía iluminar coordinando sus movimientos. La instalación temporal constituía un lugar de creación de espacios, donde los ciudadanos recordaban su experiencia única compartida con alguien nuevo.
Los encuentros animados rompen la monotonía de las rutinas diarias y potencian las asociaciones positivas con la ciudad. Los peatones de Copenhague (Dinamarca) se ven sorprendidos por los trampolines incrustados en las plazas, que les invitan a rebotar a lo largo de sus rutas habituales. En Changsha (China), los transeúntes quedan cautivados por las cambiantes perspectivas de la ciudad a lo largo del puente Lucky Knot, diseñado por NEXT Architects. Estas intervenciones urbanas consiguen que la vida urbana sea creativa e imprevisible.
El color y la forma también inspiran el movimiento y sumergen a los usuarios en el disfrute, lo que conduce a la activación social de la ciudad. Además, proporcionan fuertes señales visuales para apoyar las estrategias artísticas y creativas de creación de espacios. El Playground de Architensions incorpora un espíritu de juego y libertad en su diseño, suscitando formas innovadoras de interacción con él. Los elementos artísticos e imaginativos sacan a relucir la naturaleza infantil innata de las personas, el yo curioso, creativo y vivo.
Las ciudades de todo el mundo están salpicadas de rincones que estimulan la imaginación de arquitectos y diseñadores urbanos. Los creativos de AZC Architects creen que "cualquier espacio puede hacerse más agradable". Su proyecto, titulado "Puente trampolín", imagina a los parisinos rebotando sobre el río Sena en una pasarela inflada en forma de donut. El concepto fue desarrollado para un concurso de diseño de un puente en París por ArchTriumph en 2012. Un proceso de pensamiento similar llevó al intervencionista urbano francés The Wa a convertir una señal de calle en un contenedor de cestas, aportando alegría a tareas mundanas como sacar la basura. Los proyectos exploran cómo los entornos urbanos pueden ser más propicios para el juego de los adultos.
Un sistema de intervenciones abiertas que promueven la exploración dentro del ámbito urbano dan forma a una ciudad lúdica. Los momentos de alegría que interrumpen la vida cotidiana contribuyen al espíritu de la ciudad, especialmente cuando se comparten con otros. El juego es una necesidad de la vida, y cuando las ciudades lo fomentan, las personas se ven recompensadas con bienestar físico, emocional y mental. El investigador de diseño urbano Quentin Stevens cree en la importancia de integrar el juego en la ciudad, llegando a afirmar que "la diversión sigue a la forma, la diversión sigue a la 'función'".
